lunes, 28 de julio de 2008

Capítulo 3: La Guerra de los dioses

El Gran Kain era un dios libre y desinhibido, pero cometió un gran error seduciendo a Shilen, su hija mayor. Llevaron a cabo su affaire, evitando las miradas de Einhasad, hasta que Shilen quedó embarazada. Cuando Einhasad lo descubrió, se enfureció. Despojando a su hija de su condición de diosa del Agua, Einhasad ordenó a Shilen que abandonara el continente. El Gran Kain le dio la espalda y Shilen fue abandonada a su suerte. Estando embarazada, Shilen huyó al este. Y en medio de un profundo y oscuro bosque ella dio a luz, maldiciendo a Einhasad y a Gran Kain con cada dolor del parto. Los bebés nacidos de los horribles dolores de Shilen y debido a la desesperación y la cólera de sus maldiciones se convirtieron en demonios. Entre ellos, los más fuertes fueron los llamados "dragones". Había un total de seis dragones, creados con maldiciones contra los seis dioses. Shilen se lleno de colera hacia Einhasad que la expulsó, y hacia Gran Kain que la sedujo y después abandonó. Apoyandose en la fuerza de sus niños, creó un ejército para castigar a los dioses. A los dragones más fuertes se les ordenó estar al frente del ejército de demonios para luchar contra los dioses. Al oír esto, Aulakiria, el dragón de la luz, mirando con ojos tristes a Shilen dijo: "Madre, no sabe lo que está haciendo. ¿Usted realmente desea la destrucción eterna de los dioses? ¿Realmente quiere que su padre, su madre y sus hermanos se hundan en el suelo en charcos de su propia sangre?". Sus súplicas no cambiaron los pensamientos de Shilen. Al final los demonios invadieron el palacio donde vivían los dioses y comenzó una feroz batalla. Los seis dragones destruyeron por completo el palacio de los dioses. Incluso los dioses se sintieron intimidados por la increíble energía de los dragones. La batalla parecía destinada a durar para siempre. Y si la guerra no paraba, el mundo dejaría de existir y todas las cosas vivas serían aniquiladas. Numerosos mensajeros de los dioses y demonios fueron destruidos o desaparecieron. Cada día había rayos y truenos, pues las increíbles fuerzas chocaban violentamente en el cielo. Los gigantes y las otras criaturas vivas de la tierra temblaron mientras observaban la terrible lucha en el cielo. La feroz batalla continuó durante varios años, y eventualmente el equilibrio se fue inclinando gradualmente hacia un lado. A pesar de sufrir muchas lesiones, Einhasad y Gran Kain, tenían poderes más grandes y destruyeron a muchos demonios. Los dragones aguantaron la lucha, aunque tenían profundas heridas y estaban llenos de cicatrices. Su fatiga llegó a ser más y más evidente. Después de un tiempo, pareció que la guerra acabaría con la exterminación del ejército de Shilen. Al final los dragones abrieron sus alas y volaron a la tierra para escapar. Los demonios supervivientes les siguieron. Y aunque los dioses deseaban destruir a aquel ejército que se retiraba, debido a sus lesiones todo lo que podían hacer era mirar como dragones y demonios partían. Shilen no podía soportar su tristeza mientras sus niños fallecían uno a uno y perdían la guerra. Por eso inventó el Inframundo y gobernó sobre él.

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